Anunciamos y denunciamos la situación climática y de las personas
La situación del vídeo nos llega de nuestros hermanos en Ruanda, pero el problema se extiende en Burundi, Yibuti, República Democrática del Congo, Etiopía, Kenia, Somalia, Uganda y Yemen. En el país de las mil colinas, las lluvias torrenciales causan ríos de fango que se llevan casas, propiedades y tierra. Los niveles de agua de los lagos Victoria y Kivu son los más altos en el registro local histórico desde hace 60 años. Las condiciones climáticas húmedas han permitido que las langostas del desierto aumenten y se propaguen dentro del Cuerno de África. La mayor temperatura del Océano Índico puede estar en el origen de todo.
«A perro flaco todo se le vuelven..». Unido a la crisis del coronavirus, del hambre, malnutrición y enfermedades, miles de personas están nuevamente amenazadas en su vida, en su hogar, en su tierra cultivable que le produce el sustento diario.
Las lluvias torrenciales que arrecian más de lo normal son un exponente más del cambio climático: si hay más energía calorífica en el sistema, que se evidencia por el aumento de la temperatura, es perfectamente comprensible que se transforme en otras formas de energía como los fenómenos atmosféricos adversos: huracanes, lluvias torrenciales, gotas frías, tifones, etc.
Pero el problema, como muestran estas impactantes imágenes, es el riesgo climático: a la amenaza cada vez mayor de que ocurran las lluvias torrenciales, hay que sumar la vulnerabilidad, es decir las circunstancias de las comunidades que las hacen susceptibles a los efectos dañinos de la citada amenaza.
En países como Ruanda, los sistemas de alerta, de policía, de tratamiento sanitario, de actuación contra las lluvias, son realmente escasos. Pero para terminar de completar el cuadro de la amenaza están los escasos sistemas de resiliencia, la capacidad de resistir, absorber, adaptarse y recuperarse del daño de las lluvias.
Las consecuencias son predecibles: inseguridad alimentaria, refugiados climáticos, mayor impacto del COVID-19 (que aumenta por inviabilidad del confinamiento), aumento de otras enfermedades infecciosas que ya eran una amenaza en la zona como malaria y tuberculosis y una crisis alimentaria severa porque no hay posibilidad de subsistir en unas economías familiares que viven día a día.
¿Es todo esto fruto de una desgraciada casualidad o consecuencia de un modelo de desarrollo que ha hecho que unos pocos tengamos una vida con un progreso aparente a costa de que otros sufran las nefastas consecuencias en nuestra casa común, como el cambio climático? ¿Qué relación hay entre nuestro consumo energético y la actual crisis por lluvia en centro-este de África? ¿Está la causa de la pérdida de tierra y casas en Ruanda en la deforestación provocada por nuestro consumo? Todo está enlazado.
En Karit apoyamos la campaña «Si cuidas el planeta, combates la pobreza», y renovamos nuestro compromiso por trabajar con más ahínco en la justicia universal, en la atención a las personas más vulnerables, en la cooperación mundial, en la defensa de los derechos humanos y en el desarrollo sostenible. Estamos convencidos que «son inseparables la preocupación por la naturaleza, la justicia con los pobres, el compromiso con la sociedad y la paz interior» (Laudato Si 10).